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¿Qué es un documento indiano?

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Indiano es un curioso adjetivo que la DRAE define como:  “Nativo, pero no originario de América, o sea, de las Indias Occidentales”; “perteneciente o relativo a ellas”. Pero lo desconcertante es que su 3ª acepción explica que también es indiano lo “Perteneciente o relativo a las Indias Orientales”. Es decir, que algo puede ser indiano de de occidente o de oriente, es decir, de América (las Indias) o de la India. Sí, desconcertante.
Pero todo se aclara cuando la 4ª acepción indica que este adjetivo se refiere también”Dicho de una persona: Que vuelve rica de América”, se ve que de la India no hay españoles que hayas vuelto ricos.
¿Qué es, pues,  un documento indiano? En un sentido amplio, es documento:

Cualquier testimonio material que represente un hecho (un cuadro, un resto prehistórico);
cualquier testimonio escrito que dé cuenta de un hecho aunque no esté sujeto a formulismo legal alguno (como las crónicas, las cartas y las relaciones de particulares);
cualquier escrito de carácter legal, histórico o administrativo conservado en un archivo.

En cuanto al calificativo de indiano, podemos aplicarlo con pleno derecho a aquel cuya actio está relacionada con este ente jurídico- geográfico que se llamó las Indias Occidentales. Son, pues, documentos que se ocupan de una extensa geografía que abarcó desde los desconocidos territorios del norte de California hasta Tierra de Fuego, y desde las islas Filipinas hasta la isla de Trinidad. Su desarrollo cronológico ocupa desde 1492 hasta el s. XIX, centuria en la que los distintos movimientos independentistas cobraron fuerza  y, en diferentes momentos, fueron desligando la actividad jurídico-administrativa de estos territorios de la antigua metrópoli.
¿Por qué estudiar documentos americanos?
Trasladándonos ya al campo de la filología, es curioso observar cómo en esta ciencia se ha producido una situación parecida a la de los estudios diplomáticos, ya que también la filología ha mostrado una preferencia casi exclusiva por textos pertenecientes a la época medieval o, cuando más, a docunentos literarios de los Siglos de Oro. La filología actual propone un criterio más amplio y extiende su interés a los textos de cualquier tipo en toda la diacronía de nuestra historia; o, dicho de otro modo, en todas las sincronías que configuran la historia de nuestra lengua, sin descuidar las importantes aportaciones de los testimonios lingüísticos, literarios o no, de los siglos XVIII, XIX y XX.
Para la elaboración de la historia del español en América, hace ya medio siglo que el Prof. Juan M. Lope Blanch destacó la necesidad de conocer la lengua de los documentos escritos por los conquistadores y pobladores del siglo XVI, ya que estos son, según el mencionado investigador, los únicos instrumentos fiables con los que el filólogo puede realizar un estudio sobre las características lingüísticas de esa época, algunas de las cuales constituyen, además, un punto de partida para rasgos peninsulares del español hablado hoy en los territorios americanos.
“Necesitamos, por consiguiente, disponer de textos enteramente fidedignos, que reproduzcan con exactitud todo y sólo lo que escribieron los cronistas del Nuevo Mundo, sin reconstrucciones personales ni modernizaciones caprichosas” ( Lope Blanch, La filología hispánica. Tareas más urgentes, pág. 15).
Estas palabras de Lope Blanch pronunciadas en una reunión de expertos filólogos hispanistas sirvió de aldabonazo para reafirmar lo ya sabido pero en esos momentos un tanto relevado ante el vigor de estudios de enfoque sociolingüístico actual.
En efecto, los trabajos lingüísticos realizados sobre documentación histórica adolecen en muchas ocasiones de la inseguridad que se produce al no partir la investigación del documento original, sino de ediciones más o menos modernizadas o actualizadas, a excepción de algunos autores que han recurrido a reproducciones paleográficas. Guillermo L. Guitarte, OIga Cock, Ma Beatriz Fontanella, Claudia Parodi, Peter Boyd-Bowman, entre otros, son pioneros en los estudios del español americano que han cuidado la veracidad de sus fuentes de información (que eran generalmente no literarias); pero el deseo expresado por Lope Blanch aún no se ha visto cumplido: seguimos sin disponer de textos enteramente fidedignos que reproduzcan con exactitud la realidad del documento y sobre los cuales se pueda iniciar el estudio de una parte tan importante de la historia de nuestra lengua.
El documento indiano y el Archivo General de Indias
El acercamiento directo en el caso del documento indiano, para un alumno o un investigador es, más que un problema, un auténtica satisfacción, tanto por la riqueza de los fondos del Archivo General de Indias (AGI), como por la facilidad de consulta en línea a través de la plataforma PARES.
El AGI ofrece una impresionante variedad de registros lingüísticos, desde el rígido formulario administrativo o el arcaizante lenguaje procesal, hasta la expresión más libre del particular con pruritos poéticos, proporcionando al filólogo un cúmulo de datos y experiencias preservados celosamente para la historia de las relaciones lingüísticas entre España y América; historia que sólo podrá ser escrita tras el necesario y fundamental despojo de unas fuentes documentales que reúnen todos los requisitos exigidos por el análisis filológico más riguroso.
Entre los fondos de este archivo podemos hacer una primera distinción entre:
a) documentos expedidos en Indias (organizados por audiencias, órganos de la administración y territorios);
b) documentos expedidos en la Península.
 Estos últimos no son menos interesantes para la historia del español en América, puesto que sirven de base para observar la lengua de la época en distintas regiones, fundamentalmente en Andalucía, y confrontarla con la variedad que se va desarrollando y asentando en los territorios de ultramar.
En segundo lugar podemos distinguir:
a) documentos públicos u oficiales, expedidos por los órganos de la administración indiana;
b) documentos privados remitidos por un particular a otro o a alguna institución por iniciativa propia.
Cada uno de estos tipos puede ofrecer cuestiones diversas de interés filológico, según sus particulares condiciones de autoría, fecha, asunto, etc. Todo documento puede contener importantes datos lingüísticos, pero el que podríamos considerar como “documento ideal” es el que reúna las siguientes condiciones:

que sea autógrafo, es decir, escrito todo él por una sola mano de firma reconocida.
que tenga fecha tópica y fecha crónica, para su precisa y correcta ubicación en el espacio y el ...

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